Proclama Plan de Ayala Siglo XXI 2.0

Un nuevo campo mexicano supone un Proyecto Alternativo de Nación a la política neoliberal. Nos declaramos fuerzas promotoras de este Proyecto que, enarbolando la lucha pacífica, aspiramos al triunfo en las elecciones y al cambio de régimen político en el marco de la reformulación del Estado nacional; suscribimos este Pacto de organizaciones campesinas y Andrés Manuel López Obrador para la puesta en marcha de un nuevo Modelo de Desarrollo Rural que tenga como ejes: la Soberanía Alimentaria; la política de Estado; la reorientación del gasto público hacia las pequeñas unidades de producción; el comercio con una agenda de desarrollo; la Agroecología; la defensa del Territorio, el Ejido, las Comunidades; las Aguas y la Biodiversidad; el Derecho a la Agroalimentación Nutricional y a la vida libre de violencia.

Ahora me hacen el favor de firmar el Plan de Ayala, para que se verifique todo lo que estamos luchando. Cuando triunfemos tienen que quedar algunos de los de esta reunión. Y estos han de dar cuenta de que se cumpla.

Emiliano Zapata, Ayoxustla, Puebla, 1911 

Treinta y cinco años de despojos, treinta y cinco años de ninguneo, treinta y cinco años de represión…Treinta y cinco años de políticas neoliberales implementadas por el PRI y el PAN que colapsaron al campo y arruinaron a los campesinos en beneficio de las grandes corporaciones. Tanto las que acaparan y especulan con las cosechas como las que introducen paquetes tecnológicos destructivos. Por eso hoy importamos la mitad de lo que comemos y en el campo hay pobreza, malnutrición, deterioro ambiental, migración, inseguridad y violencia. Violencia provocada por el narco y por la estúpida “guerra contra el narco”, declarada por Calderón y continuada por Peña Nieto.

En el mismo lapso, al amparo de leyes privatizadoras como la minera y la energética, se intensificó el saqueo de las tierras y aguas de los pueblos, para desarrollar megaproyectos mineros, hidroeléctricos, eólicos, aeroportuarios, urbanísticos, turísticos, carretero,  que arrinconan a las comunidades y destruyen el medio ambiente…como igual, esas mismas leyes, han propiciado el despojo del ejido mediante la renta y la venta de parcelas; miles de campesinos han sido expulsados del proceso productivo; ahora, al igual que en el porfiriato, se despoja a los campesinos de sus tierras y sus entornos naturales, ya no bajo la bayoneta y el fúsil, ahora bajo las lógicas del mercado tan lleno de violencia.

Los campesinos, indígenas y afromexicanos queremos salvar al campo. Y con ello salvar a México pues del agro dependen alimentación, empleo, ingreso, seguridad interna y gobernabilidad; además de que aporta aire puro, agua limpia, bosques frondosos, paisajes amables, diversidad de plantas y animales, y de que es fuente de cultura y raíz de identidad.

Los hombres y mujeres del campo queremos seguir cosechando alimentos sanos para todos, generando empleo para millones, cuidando a la naturaleza, enriqueciendo la cultura. Los campesinos tenemos una responsabilidad con México y vamos a cumplirla.

Pero no podremos regenerar al campo y salvar al país con todo en contra. No podemos recuperar al agro si no se retribuye justamente nuestra labor, si no se nos respalda con buenas políticas públicas, si no se respetan nuestros derechos… Cosa que no han hecho ni los gobiernos del PRI ni los gobiernos del PAN. Los campesinos, como los mexicanos todos, necesitamos con urgencia un cambio. Un cambio verdadero.

En el siglo XIX, los campesinos hicimos la guerra de independencia, resistimos la intervención gringa, expulsamos a los franceses y con nuestro apoyo se restauró la Republica. En el siglo XX hicimos una revolución y con Cárdenas radicalizamos la reforma agraria que defendimos primero de los gobiernos antiagraristas y después de los neoliberales. En el siglo XXI nuestra tarea es regenerar al campo para regenerar a México.

Y la coyuntura electoral de este año es una gran oportunidad, porque ahora, como entonces, el primer paso es un cambio de gobierno.

En consecuencia las organizaciones abajo firmantes analizamos las opciones políticas que nos ofrecen los próximos comicios y concluimos que por su trayectoria y proyecto, Andrés Manuel López Obrador es el candidato que puede impulsar desde el gobierno el cambio que necesitamos. Y que nosotros seguiremos impulsando desde la sociedad como lo hemos hecho hasta ahora.

Así, como hace seis años, nos proponemos firmar con López Obrador un pacto político. Un acuerdo por el que se comprometa a impulsar desde el gobierno nuestro proyecto para el campo y nosotros nos comprometamos a apoyar organizadamente su campaña promoviendo y defendiendo el voto.

Y como entonces las organizaciones campesinas nos reunimos para construir conjuntamente un plan para la salvación del campo. Un actualizado Plan de Ayala para el Siglo XXI, que le pediremos a López Obrador que rubrique, ratificando su firma de hace seis años en un mitin realizado en Torreón, Coahuila.

La plataforma programática para la regeneración del campo la estamos construyendo entre todos y en las próximas semanas recogeremos las propuestas de los diferentes sectores y las diferentes regiones. Lo que hoy ponemos a su consideración es solo una proclama, una declaración de principios en la que se enumeran los derechos fundamentales que reivindicamos y algunos de los principales compromisos que esperamos cumpla el nuevo gobierno.

1. Derecho de los campesinos a la tierra

El derecho mayor, el que nos funda y sustenta como campesinos, es el derecho a la tierra. Tierra que abarca las parcelas que cultivamos pero también los ríos, llanos y montes del entorno. Para que la tierra sea del que la trabaja y el territorio del que lo habita, los campesinos mexicanos hicimos una revolución y no vamos a permitir que cien años después ejidos y comunidades se privaticen. La tierra no es una mercancía sino un bien común al que todos tenemos derecho.

Pero no basta mantener la propiedad social, es necesario restablecer el papel de ejidos y comunidades como sujetos de interés público y protagonistas del desarrollo económico, social, político y cultural.

Sin embargo, de poco sirve tener la tierra si el campo es un lugar inhóspito del que los jóvenes se van. El derecho a la tierra incluye también el derecho a vivir dignamente de cultivarla, para lo cual hacen falta políticas públicas de fomento y servicios sociales de calidad.

2. Derechos del trabajo asalariado rural

La mitad de los trabajadores del campo somos asalariados y como tales sobrexplotados y maltratados. Y sin embargo no se nos ve. Es urgente y prioritario que se reconozcan los derechos de dos millones y medio de jornaleros y jornaleras agrícolas que cosechamos la mayor parte de lo que el país consume o exporta. Que se respeten los derechos laborales que hoy para nosotros no existen. Pero también otros derechos sociales, pues con frecuencia somos migrantes que vamos con nuestras familias y necesitamos que se nos garantice la prohibición de los agrotóxicos que nos envenenan, el respeto a las mujeres jornaleras objeto de acoso y agresiones sexuales, el acceso a viviendas dignas, a servicios de salud, a educación para los niños…

3. Derechos de la mujer campesina

Las mujeres somos la mitad del mundo. Y en el campo a causa de la migración y la mortandad de los varones somos la mayor parte de la población. Sin embargo la equidad de género es una asignatura pendiente en el país y todavía más en el agro. Acabar con el machismo y la inequidad que ancestralmente padecemos las mujeres campesinas es responsabilidad de todos y en primer lugar de nosotras. Pero también es responsabilidad del gobierno, que además de nuestros derechos sexuales y reproductivos debe respetar y hacer valer nuestros derechos agrarios, productivos, políticos, culturales… No queremos que se nos trate como mujeres con programitas supuestamente propios de nuestro sexo, queremos reconocimiento en igualdad como ciudadanas, como sujetos sociales, como productoras con derechos agrarios.

4. Derechos de los jóvenes del campo

 Somos un país de jóvenes. Pero sin políticas de empleo que nos den soberanía y seguridad laboral seguiremos sacrificando la fortuna que representa lo que llaman el “bono demográfico”, es decir que la mayoría de los mexicanos sea jóvenes. Jóvenes rurales hoy empujados a la migración a las ciudades o al extranjero, sino es que a la delincuencia.

Tener un trabajo digno, seguro y bien remunerado es un derecho Constitucional que hoy no se respeta y menos en el campo. Un derecho que es necesario hacer efectivo mediante políticas públicas de educación, capacitación y creación de empleo que le den a México la soberanía y seguridad laborales de las que carece un país con millones de desocupados y que margina y expulsa a los jóvenes por falta de opciones económicas de calidad.

No queremos ser migrantes forzados, sicarios ni soldados; no queremos seguir escapando del campo o matándonos entre nosotros. Los jóvenes exigimos del gobierno una educación de calidad y adecuada a nuestra visión del mundo y nuestras necesidades. Los jóvenes exigimos del gobierno políticas de fomento productivo donde haya espacio para nuestras capacidades e inquietudes. Los jóvenes exigimos del gobierno que haya en el campo los servicios a la población que ahora se concentran en las ciudades. Pero ante todo exigimos al gobierno que acabe con una guerra en la que somos nosotros, los jóvenes, quienes morimos y quienes matamos.

5. Derechos de los pueblos originarios

Durante cinco siglos los pueblos originarios del continente fuimos oprimidos y humillados. Hoy nos hemos puesto en pie y reclamamos nuestros derechos políticos, socioeconómicos y culturales.

En los Acuerdos de San Andrés de los Pobres entre el gobierno y el EZLN, se establecieron los derechos autonómicos de los pueblos autóctonos: el reconocimiento de nuestros territorios, nuestras formas de gobierno, nuestros saberes, nuestras prácticas productivas y nuestra cultura. Exigimos que el gobierno honre su compromiso con esos acuerdos y abra paso a la desactivación de la guerra congelada que tortura a Chiapas y al país.

6. Derecho a la alimentación y la soberanía alimentaria

En tiempos de cambio climático, cosechas erráticas y alza tendencial de los precios agropecuarios, la autosuficiencia en básicos es cuestión de seguridad nacional. Y la soberanía alimentaria supone un nuevo trato entre los productores y el gobierno para planear y operar concertadamente las políticas públicas de fomento productivo; desarrollo de infraestructura; acceso a insumos básicos como agua, energía, semillas, maquinaria; servicios financieros accesibles; tecnología, capacitación y extensionismo adecuados a nuestras condiciones agroecológicas; agroindustria que nos permita agregar valor a los productos; certidumbre en el ingreso mediante políticas de precios y comercialización; apoyo a la organización campesina y a las formas asociativas de producción y mercadeo. En pocas palabras, necesitamos que la soberanía alimentaria y nutricional sea una política de Estado sustentada principalmente en la pequeña y mediana producción agropecuaria, con planeación estratégica y desarrollada con participación social tanto de productores como de consumidores; política de Estado orientada bajo criterios agroecológicos.

Con incertidumbre no se puede producir. Necesitamos una política de ingresos rurales que se integre a los derechos sociales de campesinos e indígenas; necesitamos una planeación democrática y participativa desde los territorios y desde los sectores que se concrete en presupuestos multianuales; necesitamos transferencia y desarrollo de tecnologías sostenibles y adecuadas a nuestras condiciones agroecológicas; necesitamos servicios financieros que lleguen a los pequeños productores que hoy carecen de ellos; necesitamos que se institucionalice el programa de reconversión de infraestructura para el uso eficiente y sustentable de agua y energía para el riego agrícola, y una Ley de Energía para el Campo que nos haga competitivos; necesitamos un Proyecto Estratégico de Seguridad Alimentaria y un Instituto Mexicano para la Alimentación, orientados a erradicar el hambre que hoy padecen 30 millones de mexicanos.

Es necesario, también, renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), hoy en entredicho por la ofensiva proteccionista del gobierno de Trump, y sustituirlo por un Acuerdo Trinacional de Cooperación para el Desarrollo que, a diferencia de aquel no sacrifique nuestra soberanía alimentaria, además de que incluya la legalización de los indocumentados y el derecho a la movilidad transfronteriza.

7. Derecho campesino a una alimentación segura y de calidad

En el marco de la soberanía alimentaria general lo primero es garantizar que el campo alimente al campo. Es inadmisible que quienes producimos los alimentos padezcamos hambre y comamos mal. Los campesinos tenemos las tierras, tenemos las capacidades y podemos garantizar la soberanía alimentaria de México, abastecer de materias primas a la industria y generar excedentes exportables. Pero lo primero es asegurar nuestra propia alimentación que hoy depende en gran medida de productos chatarra de alto precio y baja calidad.

Necesitamos un programa nacional tecnológicamente innovador y ajustado a las diferentes regiones agroecológicas, que impulse decididamente la milpa, el solar, la huerta y el potrero. Es decir el tradicional complejo productivo campesino generador de autoabasto y excedentes comercializables, además de empleo remunerador y atractivo para los jóvenes. Un sistema diverso e integral que bien manejado preserva y restaura los recursos naturales.

8. Derecho a una vida buena y servicios públicos de calidad

Los habitantes del medio rural no somos ciudadanos de segunda y no hay razón para que tengamos caminos, viviendas, escuelas, clínicas, servicios culturales de segunda.

Es obligación del gobierno utilizar los recursos fiscales que generamos todos los mexicanos en extender y mejorar los servicios destinados a la población rural. Habitar en pueblos pequeños y medianos puede ser mejor que amontonarse en las inhóspitas barriadas periféricas de unas cuantas grandes ciudades. Pero no lo es cuando, por vivir en el campo, no se tiene acceso a la vivienda digna, al agua potable, a la educación de calidad, a las buenas vías de comunicación, a la salud y seguridad social, a la conectividad digital, a la cultura.

Otro servicio a la población que en el medio rural siempre ha sido deficiente y hoy está colapsado es la seguridad pública y la justicia. El gobierno debe dejar de ser el factor de inseguridad y de injusticia que hoy es -particularmente en el campo donde se desarrolla la torpe guerra primero de Calderón y luego de Peña Nieto, contra el crimen organizado- para convertirse en verdadero garante de nuestras libertades.

9. Derecho al territorio y los recursos naturales como bienes  colectivos.

Entregar la tierra, el agua, el viento, los minerales y el petróleo a las corporaciones, muchas de ellas extranjeras, es traición a la patria. Y desde hace más de treinta años lo han venido haciendo los gobiernos neoliberales. Esto debe parar, sobre todo en el campo.

La tierra, el agua, el aire, los recursos del subsuelo, las plantas, las semillas y los animales, nuestros saberes y nuestra cultura no son originariamente mercancías sino bienes comunes: un patrimonio nuestro y de todos que debe ser preservado y aprovechado en beneficio de la nación. Los pueblos hemos defendido estos bienes contra los privatizadores del gobierno, ya es hora de que también los defienda el gobierno.

10. Derecho a una naturaleza sana y a tecnologías respetuosas de la vida

Los indígenas y campesinos somos los guardianes de la naturaleza y quienes sufrimos más con su degradación. Vivir en armonía con nuestro cuerpo y con el medioambiente es un derecho y a la vez una obligación. Pero en el campo enfrentamos graves problemas de salud y de deterioro ambiental. Por un lado, una combinación de desnutrición y gordura, y de enfermedades infecciosas con males crónico degenerativos; por otro erosión y agotamiento de los suelos, escasez y contaminación del agua dulce, pérdida de bosques y de diversidad biológica; y sobre esto las sequías, heladas, huracanes, lluvias torrenciales, deslaves, resequedad, incendios e incremento de plagas y enfermedades, todo ocasionado o agudizado por el cambio climático.

La técnica no es neutral y la que necesitamos con urgencia en el campo es aquella que a la vez que innova recupere, conserve y desarrolle los saberes ancestrales valiosos que preservamos los indígenas y campesinos.

La irresponsable ambición de trasnacionales como Monsanto, busca imponer el uso de semillas transgénicas que amenazan la diversidad de razas y variedades de plantas como el maíz, y pesticidas cancerígenos como el glifosato. Ningún argumento productivista justifica el ecocidio.

Es necesario que el gobierno y los productores paremos la contaminación con agrotóxicos y la diseminación de los transgénicos, recuperando las semillas nativas, impulsando la agroecología y la revitalización de prácticas ancestrales como la milpa, combinando el fomento a la investigación agronómica y biológica nacional y la incorporación de la ciencia más avanzada, con la recuperación de los saberes tradicionales.

Es también urgente parar la descontrolada perforación de pozos que agotan mantos freáticos, a veces fósiles; es necesario detener la tala indiscriminada de los bosques; es necesario terminar con la sobrexplotación de especies marinas; es urgente detener el atentado contra la naturaleza que representa la minería a cielo abierto y otros megaproyectos; es urgente, muy urgente, que entre todos emprendamos medidas de contención del calentamiento global y de mitigación de sus efectos.

11. Derecho a la vida y a la seguridad

El agro mexicano es un enorme camposanto. El narco y la “guerra contra el narco”, nos tienen sumidos en el espanto. Antes nos excluían, nos oprimían y nos explotaban ahora también nos desaparecen y nos matan.

Calderón declaró la guerra y Peña Nieto la continuó. Una guerra que es inadmisible perder y que sin embargo no se puede ganar. Una guerra que está desangrando al campo. Entonces necesitamos terminar la guerra que ellos empezaron y combatir por otros medios la enfermedad social que es el narco. Y en el campo esto supone la promoción de un desarrollo incluyente que restaure la esperanza. Pero pasa también por la reconciliación familiar, que permita la restauración del tejido social que el narco y la guerra contra el narco han dañado.

Y es que en un mundo rural donde no hay opciones económicas para vivir dignamente de un trabajo honrado, muchos campesinos -principalmente jóvenes- han incurrido en prácticas delincuenciales informando como “halcones”, transportando y comerciando como “narcomenudistas” o cultivando enervantes.

Son cientos, miles, cientos de miles… Y de que infrinjan la ley es responsable también un sistema excluyente que les ha cerrado las puertas. Necesitamos acabar con la guerra y enfrentar el problema del narcotráfico con otras estrategias, de modo que el futuro de quienes cayeron en sus redes no sea la muerte o la cárcel sino la reinserción social.

En el campo necesitamos vivir en paz, libres del terror y el miedo impuestos. Cientos de comunidades han desaparecido, miles de familias han sido expulsadas de sus comunidades; miles de mujeres y niños padecen la migración forzosa a las ciudades, expulsados por las balas y el terror. La impunidad y las complicidades del gobierno multiplican los crímenes y las expulsiones violentas del campo a la ciudad.

12. Derecho a una política pública integral para el campo

Naturaleza, economía y sociedad son aspectos inseparables del mundo rural. El campo es uno; no una rama de la producción, un sector de la sociedad y un conjunto de ecosistemas que puedan ser manejados por tres Secretarías de Estado divorciadas y marchando cada una por su lado.

Fue Carlos Salinas quien inventó que había un campo productivo para el que habría políticas de desarrollo agropecuario y pesquero responsabilidad de SAGARPA, un campo improductivo para el que habría políticas asistenciales responsabilidad de SEDESO y un campo ambientalmente valioso para el que habría políticas conservacionistas responsabilidad de SEMARNAT.

Los campesinos, indígenas y pescadores no estuvimos ni estamos de acuerdo con esa discriminatoria e irracional separación. El campo necesita una política unitaria donde fomentar la producción, procurar el bienestar y preservar la salud ambiental, una política donde marchen juntos y sean ejes complementarios de un desarrollo rural armónico e integrado.

Integralidad del desarrollo, que es inseparable de la planeación desde abajo, desde las regiones dotadas de ordenamientos territoriales participativos que al no separar economía, sociedad y medio ambiente obliguen a la concertación interinstitucional, asignatura históricamente pendiente cuya ausencia ocasiona tensiones, irracionalidad y dispendio.

No más planeación fragmentada y desde arriba; no más programas que “bajan”; no más productivismo privatizador, excluyente y ambientalmente predador; no más asistencialismo sin sustento económico; no más preservación de los recursos naturales sin aprovechamiento.

13. Derecho a la libertad y a la verdadera democracia

En el México del partido de Estado nunca hubo democracia, los gobiernos del PAN mantuvieron el autoritarismo y el regreso del PRI profundizó las prácticas represivas y la militarización, hoy naturalizada por la Ley de Seguridad Interior. La democracia se ejerce y se conquista pero, de un nuevo gobierno, esperamos que mande obedeciendo el mandato popular y que respete las libertades públicas.

La falta de democracia auténtica y el autoritarismo de Estado son males nacionales. Pero se agravan en el campo donde lo habitual es que no se respetan las libertades civiles ni los derechos ciudadanos, además de que el caciquismo sigue imperando en los gobiernos locales y el clientelismo corporativo en nuestras organizaciones.

En el fondo de todo esto está una viciada relación entre campesinos y gobierno: nexo perverso que se forjo con el PRI y continuó con el PAN. Los campesinos estamos hartos de tener que mendigar nuestros derechos, hartos de intercambiar fidelidad por recursos públicos que nos corresponden, hartos de vender nuestro voto por un bulto de cemento.

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Los campesinos hemos sido y somos responsables de nuestra historia que es la historia del país. Los campesinos no queremos compasión ni necesitamos caridad. Queremos, sí, un nuevo trato con el gobierno; una relación abierta, transparente y corresponsable. Una relación respetuosa que nos permita emprender juntos la salvación del campo y del país

Las mujeres y los hombres de la tierra; los indígenas, los mestizos y los afromexicanos; los parcelarios y los jornaleros; los del norte, los del sur y los de las costas; los jóvenes y los viejos… los campesinos todos necesitamos con urgencia un cambio verdadero. Y por esto formulamos hoy este Plan de Ayala para el Siglo XXI, que convoca a una insurgencia cívica, pacífica y electoral para cambiar el régimen político autoritario y neoliberal, como paso necesario para reconstruir al campo y salvar a la nación.

Compañera Yeidckol Polevnsky Presidenta de Morena, compañeras y compañeros. Los campesinos y los mexicanos todos queremos un gobierno nacionalista que no se ponga de rodillas ante los gringos y reivindique la soberanía hoy arrumbada; queremos un gobierno democrático que respete la voluntad popular que ahora se compra, coacciona y defrauda; queremos un gobierno justiciero que trabaje para reducir las desigualdades sociales cada día más ofensivas; queremos un gobierno que en vez de desmantelar al campo lo tenga como una de sus prioridades; queremos un gobierno que acabe con la guerra y pare esta interminable matazón… Queremos un gobierno honesto y austero que escuche y que cumpla su palabra. Y pensamos que este buen gobierno puede ser el de Andrés Manuel López Obrador.

Por eso hoy, por su mediación, lo convocamos a que durante su campaña conozca y firme este Plan de Ayala para el Siglo XXI, en su versión completa, comprometiéndose a aplicarlo durante su gobierno. Por nuestra parte nos comprometemos a promover y defender organizadamente el voto a su favor.

La esperanza tiene de fecha: el primero de julio de 2018.

                 ABRAMOS SURCOS POR LA JUSTICIA Y LA DEMOCRACIA

¡Otro campo es posible!

¡Vivan los campesinos!

¡Viva la Alianza Plan de Ayala para el siglo XXI!

¡Viva Andrés Manuel López Obrador!

¡Viva México!

Descarga (PDF): Proclama Plan de Ayala Siglo Xl

Descarga (PDF): Síntesis del Plan de  Ayala de Héctor Popoca

Descarga (PDF):  Síntesis-1 del Plan de Ayala de Héctor Popoca